Una ONG muy conocida a nivel internacional convocó una rueda de prensa para un grupo de periodistas que le fueron lanzando preguntas respecto a su última campaña de ayuda al tercer mundo.
Como es habitual, los titulares de la mayor parte de los medios de comunicación recogieron no lo más importante de lo que allí se habló, sino las palabras que más venden. Casi todos ellos escribieron en negrilla esta pregunta que realizó un reportero desde el fondo de la sala:
-¿Para qué quieren los niños del tercer mundo un cargamento de relojes?
Tengo la respuesta -dijo un joven entusiasta- regalamos lo que no nos es útil.
-¡Explique mejor su argumento! -por favor-
Creo que junto con los medicamentos caducados ahora infiltramos un veneno tóxico que consiste en la medida del tiempo, con el único fin de esclavizar.
-¿Un cargamento de relojes puede esclavizar? No comprendo la metáfora
¿Acaso no es cierto que los seres dotados de mayor conciencia no viven en el tiempo, sino que ellos son el tiempo? Nuestra cultura, con sus intereses económicos, nos ha hecho creer que todas las horas son iguales. En cambio, pocos son los que saben sintonizar con las energías disponibles de su tiempo particular… el de su reloj interno…
Un entrevistado tomó la palabra:
-Un momento. Pongamos un poco de posibilidad al asunto. Esos no son relojes comunes, como los que usted y yo llevamos en la muñeca, tenemos colgados en la pared de la cocina o sobre la mesilla de noche. Sus manillas, en lugar de moverse en círculo dando la impresión de rueda de repetición, se mueven dibujando una bonita espiral. Por eso más que medir el tiempo esos relojes son una metáfora inspiradora de evolución.
Fuente: Plano Creativo
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